Recuerdo perfectamente ese día. Estaba en casa, la televisión encendida, y de pronto el caos: Ricky Martin atrapado en un armario, una adolescente, un perro, un bote de mermelada, y las cámaras de "Sorpresa Sorpresa" grabándolo todo. Recuerdo incluso la cara de Concha Velasco, el silencio helado del plató y cómo, al final, cortaron la emisión. Lo cuento y lo revivo. Y sin embargo, jamás ocurrió. Yo no veía la tele, creo que nunca vi “Sorpresa Sorpresa”. Nunca se emitió. Nunca se grabó. Nunca pasó.
Y no soy la única que lo recuerda. Miles de personas en España tienen esa misma imagen en la cabeza. ¿Cómo es posible que una generación entera recuerde algo que nunca ocurrió? Hoy os vengo a hablar de la memoria, esa vieja narradora que nos cuenta historias a veces verdaderas, a veces fabricadas, a veces compartidas por todos… aunque sean falsas.
El efecto Mandela: la memoria que nos une (en el error)
El efecto Mandela debe su nombre a una confusión colectiva muy concreta: muchas personas, en distintos lugares del mundo, estaban convencidas de que Nelson Mandela había muerto en la cárcel en los años 80. Lo recordaban con detalle. Incluso hablaban de funerales televisados. Pero Mandela salió libre en 1990 y fue presidente de Sudáfrica en 1994. ¿Qué estaba pasando?
Desde entonces, se han documentado cientos de ejemplos:
• El monóculo del señor Monopoly: todos lo recuerdan, pero nunca lo tuvo.
• La frase "Luke, yo soy tu padre": en realidad, Darth Vader dice "No, yo soy tu padre".
• Pikachu con la punta de la cola negra: Pikachu siempre ha tenido la cola completamente amarilla.
• El logo de Fruit of the Loom: muchos recuerdan una cornucopia... que nunca estuvo allí.
Estos errores compartidos, lejos de ser anecdóticos, nos hablan de cómo funciona nuestra mente: buscamos sentido, completamos lo que falta, y cuando algo se repite muchas veces en nuestro entorno, lo asumimos como cierto.